Por: Erika Fonseca
Twitter: @erfonseca
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Delinear un buen concepto, no es nada fácil. Y hoy en día, creo que es cada vez más difícil encontrar ideas originales. Pero justo ese es el reto: utilizar todas las herramientas que ahora tenemos a la mano para concretar ideas creativas y fenomenales.
Para mí, la evolución de la tecnología es sorprendente. Los procesos se han acortado tanto y tenemos tantas herramientas que de verdad, me producen un encanto irresistible. Se imaginan, ¿qué podría haber hecho Warhol en estas épocas? ¿tendría la misma magia? o ¿Qué pensaría Orwell, (autor de 1984, el famoso libro que inspiró el primer comercial de Apple) si pudiera ver lo que sucede hoy en día?
A ratos, la ciencia ficción ya no parece tanta ficción. La tecnología nos alcanza y podemos aprovecharla y hacer uso de ella. No me refiero a crear cosas altamente tecnológicas. Me refiero a utilizar la tecnología que ya está a disposición de todos y que puede ayudarnos a mejorar cualquier concepto. Hoy por hoy existen tantos materiales, procesos industriales, tintas, sustratos y acabados, que tener un diseño típico y fuera de la norma, es más un asunto o de costo, o de falta de diseño. Sí, ya sé, todos los productos tienen que cumplir normas, y a ratos pienso que en México, sólo lo ensucián y frustran la creatividad.
Pero, un buen concepto es un buen concepto y llevado al extremo del diseño puede ser tremendamente interesante. ¿A qué me refiero? A llevar el concepto al borde, a traducirlo en cada una de las partes que forman el producto. Los resultados son magníficos, y son evidentes a la vista. ¿Cómo lograrlo? No tengo una fórmula mágica, pero creo que el fondo del asunto estriba en poder generar mensajes congruentes a través de diferentes signficados: forma, color, gráfica, tipografía son parte de un todo y comunican. ¡Vaya que lo hacen! Yo sigo creyendo que uno de los caminos es la implementación de la semiótica para poder controlar los mensajes, hay quien piensa que eso está muy fuera de moda, y que un momento de inspiración construye más. Y también ello es una forma de trabajo respetable.
Al final del día, lo que cuenta es el resultado. Aquí les dejo una selección de lo que ejemplifica el concepto traducido en diseño. Más allá de la forma o de la producción, las ideas son originales, hablan por sí solas y ni siquiera necesitamos poner qué es qué. Es evidente. Cuando el consumidor, con un sólo golpe de vista, puede saber de qué va el producto, es cuando tenemos un gran concepto traducido en diseño.