En una empresa, al menos de manera ideal, todos los factores que puedan ser cuantificables deben ser medidos, con la finalidad de visualizar el rendimiento que cada uno de sus componentes está teniendo. Cabe destacar que esto también incluye a los colaboradores. Sin embargo, ¿cuál es la unidad de medida a a través de la cual debemos cuantificar la productividad de los empleados? Si son varios los aspectos que determinan qué tan productiva es una persona, ¿cómo se puede cuantificar dicho indicador de manera objetiva?
Hasta hace algunos años, hay muchas empresas que consideran que el tiempo que un colaborador destina a sus tareas era una buena medida al momento de evaluar su productividad. Básicamente la ecuación se reducía a qué tanto hacia en una cierta unidad de tiempo.
Sin embargo, en la era de los colaboradores multitask, esta manera de medir la productividad se queda corta, en gran medida porque un trabajador no realiza las mismas acciones todos los días, sino que puede hacer muchas cosas de manera simultánea, las cuales pueden llevarle cantidades de tiempo disímiles. Por ejemplo, no es lo mismo realizar llamadas para organizar un evento que ejecutarlo.
También habrá que quitarse de la cabeza que el colaborador que más horas extra hace es el más productivo. De hecho, la falta de organización de un colaborador puede hacer que tenga distintas fugas de tiempo, lo cual tenga que orillarlo a quedarse más tarde y, en consecuencia, a tener que quedarse más tarde en la oficina.
Entonces, ¿cuál es la medida adecuada para cuantificar la productividad de un colaborador? La respuesta radica, por un lado, en los resultados que ofrece; por otro lado, en el esfuerzo que imprime en su día a día para conseguir las objetivos que le han sido planteados. Esto ayuda a generar un indicador mucho más objetivo e integral.
