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De acuerdo con datos de Statista, se estima que sólo el 39 por ciento de los empleados en México tiene oportunidad de hacer home office.
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Según datos de la AFP, se estima que 40 por ciento de la población mundial se encuentra en aislamiento social a causa de la pandemia.
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Se calcula que el 42 por ciento de las personas que trabajan a distancia son 42 por ciento más productivas.
Sin duda, y a diferencia de lo que muchas veces pasa en las oficinas, al trabajar en home office se tiene la oportunidad de organizar mucho mejor los tiempos y aprovecharlos al máximo. Sin embargo, este modelo de colaborar con una empresa se vuelve todo un reto para quienes, además de ser empleados, también son padres de familia. ¿Cómo balancear los tiempos para uno y otro aspecto? ¿Cómo evitar que se conviertan en distractores que puedan consumir nuestra productividad? Precisamente en las siguientes líneas hablaremos sobre este tema.
Por supuesto, para la mayoría de las personas los hijos son la principal prioridad. Sin embargo, como colaboradores debemos comprender que el hecho de hacer home office no implica que tengamos que descuidar nuestras obligaciones. Una de las primeras tareas que se deben tener en cuentas es cambiar esta mentalidad. Hay que comprender que cada aspecto tiene su tiempo y su espacio.
Esto mismo hay que transmitirlo a los hijos siempre que sea posible. Es importante hablar con ellos y aclararles que mientras se está trabajando, no se pueden dejar los deberes para jugar o para otras distracciones, a menos de que la situación lo amerite.
La organización es y será la piedra angular del home office. Cuando se tienen hijos en casa, esto tiene una mayor relevancia. Así como es importante delimitar horarios para nuestras labores del día a día, también será fundamental tener momentos destinados a nuestra familia y específicamente a nuestros hijos.
Cuando se hace home office y se tienen hijos, otros de los aspectos que debemos considerar es el espacio en el cual nos instalemos a trabajar. Debe ser un lugar que nos permita concentrarnos, pero sin estar completamente desconectado de los niños, por cualquier eventualidad que lleguen a pasar.