Por:Â Mark Alazraki
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Cada marca, tiene su color institucional, su Pantone distintivo; ése que te debe generar top of mind con sólo verlo. Las marcas por lo general lo usan muy bien. Obvio, pues tienen directores de marketing y agencias profesionales que sabemos usar el color institucional de manera adecuada. Desafortunadamente en el mundo de la política, se abusa terriblemente.
Aprovechando que estamos entrando al año de corrupción, malos manejos, prepotencia, mala creatividad, malas estrategias, y un malestar general del ciudadano; o la época electoral en México, escribiré por única vez sobre este desafortunado tema…
Para ser honesto, estoy enojado. ¿Por qué? Porque ya me la sé… Cada seis años tengo que ver las estúpidas corbatas amarillas del candidato del PRD, las ridículas fotografías del candidato del PRI con una maldita camisa roja, y el sobaco y/o espalda sudada de los candidatos del PAN que tienen que usar la famosa camisa azul que se mancha.
Como les digo, ya me la sé… También sé, que si por ejemplo gana el PRI, ahora tendremos que aguantar que nos metan el color institucional hasta por las narices. Si el aeropuerto de la ciudad de Toluca es un presagio a lo que puede pasar; ¡Que Dios nos agarre confesados! Ahora, todo será horriblemente rojo.
Que ni se diga del Amarillo, ya que como todos los que vivimos en la Ciudad de la Esperanza (o como se llame el DF) ya sabemos lo que se viene.
No estoy en contra de que los partidos, como las marcas, tengan su color institucional. Estoy en contra del sobre uso del mismo. Entendemos el narcisismo político mundial, en el que cada acción, cada hospital, escuela, paso a desnivel, tapa-bache debe ser un mensaje a todos: que el gobierno sí cumple. Lástima que sólo lo sepan comunicar con el color institucional.