Estoy segura que para muchas agencias ChatGPT podría ser el “empleado del mes” eso me hizo pensar, ¿cómo puede una máquina, sin vida, sin emociones, ser considerada la mejor en su trabajo? Pues bien, como todo en la vida, hay más de lo que parece.
ChatGPT ha sido una herramienta valiosa ayudándonos a generar ideas, escribir textos y solucionar problemas, pero hay algo muy importante que debemos recordar: sin una persona que le dé instrucciones claras, ChatGPT solo sería un algoritmo más, sin dirección, sin alma.
Siempre he creído que la inteligencia artificial es un aliado, no un reemplazo. Las historias, las verdaderas historias que conectan, nacen de la experiencia humana. Trabajar con ChatGPT es un ejercicio de equilibrio. No solo se trata de “apretar un botón” y obtener resultados. El verdadero éxito de utilizar esta herramienta radica en nuestra capacidad de guiarla. Porque las máquinas no piensan ni sienten como nosotras, y aunque pueden procesar miles de palabras en segundos, no captan el matiz de una emoción o la complejidad de una vivencia… al menos no sin nuestra dirección.
Aquí es donde entramos los profesionales de comunicación y relaciones públicas, nuestro trabajo no es solo producir contenido, sino también tener historias con corazón. Somos quienes le damos forma a la información que ChatGPT procesa. Somos quienes podemos transformar un conjunto de datos en una historia que conecte con otras personas. Y eso es lo que, al final del día, marca la diferencia. Porque, aunque la inteligencia artificial puede ser una herramienta maravillosa, siempre será un ser humano quien le dé el toque final, ese ADN de creatividad y sensibilidad que las audiencias buscan.
Entonces, mientras celebramos a ChatGPT como el “empleado del mes”, no olvidemos que detrás de cada palabra que genera, hay una mente humana que decidió qué preguntarle, cómo guiarlo y qué hacer con los resultados. Porque, al final, las historias más poderosas son las que se escriben de humanos para humanos.