Desde la comunicación hasta la salud, la tecnología ha transformado el modo en el que las personas llevan a cabo su vida. Sin embargo, hay algunos sectores en los que esta transformación motivada por la era digital ha sido particularmente interesante, como es el caso del retail, que ha tenido que hacerle frente a la inminente expansión de e-commerce, para lo cual ha introducido algunas mejoras en la experiencia de compra de los usuarios, por ejemplo la creación del carrito inteligente de supermercado, el cual le ayuda a los clientes a realizar su compras de modo más eficiente. ¿Cómo han cambiado con los años? ¿Cuándo los veremos en un retailer? En las siguientes líneas platicaremos un poco sobre este tema.
La Universidad de Salamanca anunció que desarrolló carrito inteligente de supermercado, al cual se le puede ingresar por medio de una aplicación una lista de productos que se quieren comprar, para que, una vez que el cliente, llegue al retailer, el vehículo vaya guiando al shopper, para que vaya colocando los artículos en su interior.
Por medio de reconocimiento visual, el carrito podrá identificar y marcar el producto, de tal modo que se agilizarán tanto los tiempos de compra como los de pago.
Sin embargo, esto no es algo nuevo. Al hacer un sondeo rápido por internet se puede apreciar que la idea del carrito inteligente de supermercado ha existido, al menos desde 2007. Para 2008, ya se reportaba que Microsoft había desarrollado uno de estos prototipos, con todas las implementaciones que ya se habían mencionado. Incluso, para 2014, de acuerdo con datos de Merca 2.0, ya se Wolkswagen ya había trabajado también en su vehículo para el retailer.
Si ya se ha trabajado con este tipo de prototipos, ¿por qué 10 años después seguimos sin ver comúnmente retailer que ocupen este tipo de tecnología? Aunque ya se están implementado en algunos países, lo cierto es que la introducción de este tipo de tecnología involucra una considerable inversión. Pero, más allá del desembolso de dinero, habría que hacer una reestructura de las zonas calientes y frías del retailer (además de una logística más rigurosa) para que el punto de venta no pierda las ganancias que genera, por ejemplo, en las ventas por impulso que se estimulan regularmente en las líneas de caja.