Una vez más, la versión mexicana del famoso Black Friday tomó los aparadores de cientos de tiendas, así como de decenas de centros comerciales y sitios web. La popular acción para impulsar la industria tiene sus grandes ventajas y sus sinsabores.
En principio, El Buen Fin no sólo es una genial idea para quienes comercializamos productos o servicios, sino también para los que indirectamente perciben un beneficio, como en el caso de agencias de promotoría y BTL, agencias publicitarias, fabricantes de material POP y medios publicitarios en general. Las tiendas reciben un flujo de gente mucho mayor al promedio y los sitios web un incremento considerable de visitas.
Los comerciantes y las marcas perciben al El Buen Fin como un pretexto ideal para incrementar sus ventas mientras se preparan para clavar el diente a los aguinaldos. Los bancos, quizá los más beneficiados, lanzan sus jugosas carnadas de meses sin intereses, comience a pagar después o acumule dobles puntos.
Los resultados no se cuestionan. Las ventas, que de acuerdo con varios medios de comunicación y PROFECO, este 2016 casi rasguñaron los 90 mil millones de pesos, y mostraron un incremento del 7 por ciento con respecto al año anterior, prueban que lejos estuvo esa actuación racional ante ofertas medianas, que bien podemos aprovechar en otras épocas del año. Siempre querremos renovar nuestro televisor o tener un pretexto para comprar ese capricho que después, podría salir más caro.
Las marcas lo saben y por ello se suben al barco de una u otra manera. Estar a bordo de la corriente de gastos aunque no se tenga un descuento sustantivo que ofrecer, es inevitable. Sobre todo en una época donde siempre habrá saldos que desplazar o conviene impulsar la temporada navideña.
Es un hecho, pudimos encontrar buenas ofertas y también sentirnos chamaqueados (la PROFECO recibió 700 quejas durante el pasado fin de semana). Incluso, ver como algunas compañías, también resultaron chamaqueadas tras publicar erróneamente un precio y tener que respetarlo ante el respetable.
Sufrimos la estampida de hambrientos compradores que gastaron antes de pensar, imaginamos la gran sonrisa de los bancos y aprendimos cómo hacerlo mejor el próximo año. Mientras tanto, estamos a dos pasos de la época de compras emotivas. Tomemos un breve respiro, endulcemos los mensajes y afinemos nuestra estrategia, que este Capitalismo no sobrevive sólo de buenas intenciones.
