Por: Arturo González Salas
Twitter: @Artglez
Habiéndose escapado el esclavo Shem de su amo Hapú, el tejedor. “Todos los buenos ciudadanos de Tebas están invitados a participar en su búsqueda. Es un hitita de cinco pies de alto, de robusta complexión y ojos castaños. La persona que lo capture y lo devuelva a la casa de Hapú, el tejedor, será recompensada con una moneda de oro. La Casa de Hapú ofrece las mejores telas de Tebas.”
El anterior anuncio es considerado el más antiguo publicado sobre un soporte físico, fue escrito sobre un papiro en la antigua ciudad de Tebas alrededor del año 3000 AC. Sorprende por 2 cosas: el formato de anuncio clasificado y la publicidad que finaliza con la oferta de las mejores telas.
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El antecedente más contemporáneo aparece en Inglaterra en el siglo XV, con carteles elaborados a mano y colocados en postes. Fue hasta el siglo XVIII cuando parece el anuncio calcificado a la par de la presa escrita, donde los periódicos comienzan a agrupar la publicidad por secciones.
Algunos estudiosos le adjudican a los ensayos de Michel de Montaigne la descripción básica de lo que es un anuncio clasificado. Fue por estas fechas, en agosto pero en 1629 que abrió la primera agencia de anuncios en Francia y posiblemente en Europa, La Oficina de Anuncios y Encuentros, misma que fue iniciada por Renaudot y autorizada por el rey un año antes. Trabajó bajo esquemas bastante brillantes para su época, pues enlazaba la oferta con la demanda, no cobraba a aquellos que mostraban su insolvencia y contribuyó a erradicar la mendicidad francesa al publicar empleos.
Por 12 peniques y cinco chelines se podían publicar en el Boston News Letter en el año de 1704. A inicios de 1900 para ser preciso en 1911 se publicaban de 1 a 10 palabras por 2 pesetas, cada palabra extra tenia un costo de 20 céntimos, sin descuento, se advertía en España.
Demos un gran salto para ubicarnos en la actualidad, saturada de mensajes textuales, después de la aparición de la computadora y el teléfono celular, los anuncios parecen tener un aspecto más fresco, pero a la vez no, la creatividad anterior era innegable.
Mucha de la actividad que hoy se desarrolla se basa en el objetivo de acercarnos a otra persona, en mi adolescencia recuerdo LatinChat, donde por rubros encontrabas personas similares. Ahora las escuelas y los padres sufren por el “texting” este síndrome de enviar mensajes en claves de abreviaciones y signos, para ser honesto el “texting” ha mutado en “sexting”, practica habitual en adolescentes y adultos, en la cual ofertan de manera desinhibida las altas y bajas pasiones.
Este trueque moderno es BTL personalizado, prefiero evitar mencionar las consecuencias de su uso, pueden preguntarle a la “Pequeña Traviesa” o Paris Hilton, por citar algunas referencias. Sin embargo algunos mortales saltan a la fama por el arrebato de sus frases, fotos y videos, cercanos a la excelsa obra del Marqués de Sade.
El anuncio clasificado se coloca en las nuevas vitrinas tecnológicas, en las redes sociales, en las aplicaciones de mensajería, en las videoconferencias (aunque muy pocas son laborales), en las radiodifusoras con programas como “Se busca”, dejó la oferta de motores, casas, empleos y rentas, por la oferta de carne humana, donde el promotor tiene que ser el producto mismo.
El sexo vende, desde pequeño escucho esa frase, nunca pensé que al entenderla, también comprendería que en algunas ocasiones puede utilizarse como estrategia de marketing.
Los invito a ver al anuncio clasificado como la opción para viralizar las campañas, pongámosle el toque de misterio, demos pistas al consumidor, desvistámonos despacio o en ocasiones cambiémonos rápidamente de imagen, pongamos a la audiencia al borde, hagamos que nos amen sin conocernos a profundidad y cuando lo hagan, cuando amen nuestra marca, iniciemos desde cero. Eso es BTL >grrr!