Lo que ocurrió con el joven que quería tomarse una foto mientras se apuntaba con un arma, no es nuevo. La selfie no sólo ha venido a cambiar la forma en que vemos a los demás y cómo queremos ser vistos, sino que también ya cambió el cómo consumimos imágenes a partir de demostraciones personales.
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Lo que descontextualiza la prensa acerca del joven que se pretendía tomar una selfie apuntándose con un arma y en vez de hacerlo se disparó, no es sólo una demostración del poder en el consumo de imágenes como prevaleciente más allá del intercambio de éstas. Se trata de un mundo diferenciado por los consumos, que lleva bastante tiempo ya; la única diferencia es que alguien no se había equivocado sobre qué gatillo jalar.
Aunque el gatillo de la selfie también puede representar un suicidio (dependiendo el caso y la situación), lo que nos queda por observar es la circulación de estas imágenes desde hace tiempo:
¿Son a caso una demostración personal del poder?, ¿por qué la gente gusta de retratarse así mismo sólo acompañado de sus consumos? ¿a caso buscan alcanzar la viralidad del Marketing interactivo?
Desde otros fenómenos sociales como la delincuencia organizada, el narcotráfico y los consumos que de esta idea se derivan, las selfies de armas abundan. Esto no es nuevo; mejor habrá que analizar el conjunto de casos al caso aislado.