Concluyeron las campañas, pero no con ello los estragos, como diría Gloria Trevi, debemos hacer el recuento de los daños, claro, cada profesional desde su trinchera. Por un lado me embarga de felicidad el percatarme que se le ha dado un lugar especial a las estrategias de publicidad alternativa y personalizada. Sin embargo, otros puntos significativos son los garrafales errores cometidos en pro de candidatos y partidos. Para lo anterior haré categorías con las que podemos darles aun más leña a todos aquellos que desdeñan a la mercadotecnia por considerarla tóxica y frívola.
- Misoginia y súper sexualidad.- Modelos, edecanes, bodypaint, strippers y muchas sorpresas que se insertan en los eventos como un medio para sorprender y alterar la hormona (como si la política no estuviera ya muy alterada).
- Travestismo político.- Como en ninguna otra campaña, me tocó presenciar que unos partidos orquestaron eventos masivos con banderas y playeras de otros partidos, para que el electorado supiera con peras y manzanas lo que es el voto útil, según su visión. Lo cual es un delito electoral, pues un partido no puede emplear y abanderarse bajo la marca de otro (a menos que tenga una alianza).
- Lo aburrido de siempre.- Convites en coches, motos y bicicletas, conciertos con grupos musicales, cabalgatas, pintas de grafitis en bardas, desayunos, comidas y reuniones en los barrios. Pocos se atrevieron a cambiar el formato o el contenido.
- Redes, redes y mucho enredo.-
- Las plataformas digitales se han convertido en un espacio muy rentable para la divulgación política. Sin embargo, como en todos los inicios, la euforia nos remite al exceso, la falta de gusto y la nula sensibilidad personal, colocamos al mensaje por encima de las personas. Recordemos que si nuestro debate en persona es raquítico, moralista y muy grosero, imagínelo aderezado por ese aire de libertad que dan las redes.
- También fuimos partícipes de la simulación, muchos candidatos hicieron campaña de colecta de “likes”, su participación se concentró tanto en la redes, que nunca fueron vistos en actividades de tierra.
Existen muchas razones para odiar al BTL cuando nos enteramos de videos con mimos que rocían insecticida a ratas de plástico, cuando las personas se enteran que estos esfuerzos publicitarios son costosos y ridículos, cuando descubren que el Mago de Oz detrás de las campañas son mercas, comunicólogos y publicistas. Entonces tienen todo el derecho de enlistar razones para odiar al marketing, como también tiene derecho de odiar a la medicina por las negligencias de cirujanos, de odiar a la educación por el incremento de suicidios en alumnos de primaria.
Tenemos muchas razones para odiar, pero muy pocas para comprender que lo que debemos cuestionar no son las ciencias o áreas profesionales que hemos construido como seres humanos, sino aquellos actos que sin lugar a dudas no son dignos de replicarse. Yo soy merca y no participé en ninguno de los crímenes anteriores, estoy seguro que el camino es dejar de cuestionar las profesiones y centrarnos en las malas prácticas, o mejor aún, centrarnos en lo que sí queremos que suceda.