Por Manuel Moreno
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Este tema tendrá varias razones de impopularidad: La primera es sin duda el nivel tan bajo de reputación que guarda la política en nuestro país y el poco interés que despierta ““cuando menos, de acuerdo con las encuestas”“; la segunda, que prácticamente ninguna agencia especializada en BTL hace comunicación política (lo ejecutan las agencias de publicidad); y la tercera, hay que decirlo, es que quienes habitualmente leemos este espacio estamos más ocupados en la actualización que nos ofrece este medio, que en algo de lo que definitivamente nos sentimos decepcionados.
Sin embargo, en abono al tema, vale la pena esbozar elementos de análisis sobre la comunicación política que se está haciendo.
Veamos primero el presupuesto: El financiamiento público a los partidos políticos en este año en que se eligen 12 gobernadores, un sinnúmero de diputados locales y presidentes municipales es de poco más de tres mil millones de pesos, de los cuales (de acuerdo con cada ley electoral local y en concordancia con la federal), para este tipo de elección sólo pueden disponer del 30% para campañas ““en las presidenciales sube al 50%”“, más un 3% adicional para “actividades específicas” que comprenden educación y capacitación política (promoción al voto), investigación socioeconómica y política (encuestas), así como tareas editoriales que comprenden la producción de medios impresos propios. Como dato, es importante saber que esa cantidad de dinero la calculan multiplicando el número de personas inscritas en el padrón electoral por el 65% del salario mínimo diario vigente para el D.F. (¿Por qué el 65%? Nadie lo ha explicado).
En estricto sentido de proporción, el presupuesto que cada partido tiene para sus campañas varía de acuerdo con los resultados electorales previos.
Normalmente, cuando se trata de elecciones para gobernador, cada partido dispone de un 55 a 60% del presupuesto para difundir la imagen del candidato al gobierno local; de un 20 a 25% para las campañas de los presidentes municipales y el resto para reforzar la imagen del partido (léase candidatos a diputados locales).
También es importante señalar que, a partir de las modificaciones que en 2008 sufriera la ley electoral, las inserciones en radio y televisión (que representaban lo más caro de las campañas) son gratuitas, pues toman parte importante de los tiempos oficiales que por ley corresponden al Estado, más los que designó el Senado a raíz de dichas enmiendas.
Esto quiere decir que, dejando de lado la producción de los spots que se transmitirán gratuitamente y que costarán muy poco del presupuesto, todo lo demás ““se supone”“, se canalizará por medio de propaganda Below The Line.
De las pocas cosas buenas que ha traído la nueva ley electoral es la duración de las campañas. Las precampañas duran un promedio de 40 días y los partidos en conjunto pueden tener presencia en Radio y TV hasta por un minuto cada hora de transmisión. Las campañas, por su parte, deben hacerse durante los 60 días previos a la elección y el tiempo de exposición en los medios mencionados podría triplicarse.
Ahora bien, independientemente de lo que vayan a hacer con todo ese tiempo y dinero, podríamos comenzar por analizar dos elementos que nada tienen que ver con publicidad pagada y sí con lo que llamamos en relaciones públicas “Gestión de Opinión”: las posibles alianzas entre el PRD y el PAN, y el documento/acuerdo que las anula.
En estricto sentido de lo que significa, ambas cosas podrían tomarse como parte de una precampaña porque ambos temas, aunque estrechamente vinculados, responden a dos percepciones diferentes: me explico.
Las alianzas son, en sí, acciones que envían un mensaje claro: el asunto ideológico no representa gran problema cuando se trata de restarle poder al PRI y buscar ““de momento sólo eso”“, golpear a una serie de grupos monolíticos de poder local y sus complicidades. Esto podría eventualmente traer consigo no sólo un gran número de simpatizantes sino un número indeterminado de promotores voluntarios de un voto que, sin ser necesariamente un voto razonado, podría representar un voto a la memoria.
Sin embargo, y en el entendido de que al final son sólo políticos los que podrían aliarse, todos los probables quieren ser los indicados sin importarles si son posibles o no. Eso seguramente no entorpece el proceso pero sí el objetivo. Perceptivamente, eso significa conflicto y lo que menos quiere la gente (reto a cualquier encuesta a que lo contradiga), es justamente una alianza que si antes de gestarse está complicándose no se diga lo que será cuando logre concretarse y gane la elección.
Harina de otro costal (y el PRI se está equivocando en quererlo volver parte del mismo tema), es el documento que ““al menos por palabra empeñada”“, impide al PAN aliarse con fuerzas políticas con las que no comparta ideología (obvio, el PRD), y lo es porque gran parte de la gente que no desdeña las alianzas en cuestión, ya lee como un incumplimiento del PRI (sin estar necesariamente a favor del PAN o ser su correligionario), el acuerdo de aprobación a la ley de egresos de 2010, en conformidad a como Acción Nacional lo había planteado originalmente. El PRI está queriendo hacer ver al presidente del PAN ““y Nava nomás no se ayuda”“, como un mentiroso y traidor. Lo que los estrategas del PRI debieran observar es que, ante la percepción pública, ni Beatriz Paredes es tan inteligente, ni César Nava tan honesto, ni Jesús Ortega tan de izquierda: el asunto los trasciende.
El trabajo de comunicación tanto del PAN como del PRD deberá ser hacer ver al PRI como el verdadero enemigo sin hacerse daño uno al otro, ¿podrán?
La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre ““decía Winston Churchill”“, con excepción de todos los demás.