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El Lado Oscuro del Periodismo

Por Manuel Moreno Rebolledo*

manue21.jpgDe acuerdo con el libro “Los elementos del periodismo”, escrito en 1997 por Bill Kovach y Tom Rosenstiel, son nueve los fundamentos que un periodista debe tener, con el objeto de cumplir bien con su deber y proveer a la gente con la información necesaria para ejercer su libre albedrí­o. Estos elementos son: 1) La primera obligación del periodismo es con la verdad; 2) Su lealtad debe ser con la ciudadaní­a; 3) Su esencia es la disciplina por verificar; 4) Quienes lo ejercen deben mantenerse independientes de quienes cubren; 5) Debe servir como un monitor independiente del poder; 6) Debe servir como foro para la crí­tica pública y comprometerse; 7) Debe esforzarse para hacer de lo importante algo interesante y relevante; 8) Debe mantener las noticias completas y proporcionales; y 9) Quienes lo ejercen, deben permitir el ejercicio de su conciencia personal.

Cuando en 2005 la revista Forbes publicó el nombre de Fidel Castro como uno de los hombres más ricos del mundo ““diciendo que tení­a una fortuna con un valor de 550 millones de dólares”“ y, después en 2006, cuando en su artí­culo “Fortunas de Reyes, Reinas y Dictadores” lo puso nuevamente ““ahora en el séptimo lugar de esa lista”“ con una fortuna de 900 millones de dólares, no sólo despertó la suspicacia de quienes se preguntaron cómo obtuvieron esos datos (sin contar, claro, a aquellos que creen a pie juntillas todo lo que la prensa de Estados Unidos dice de este personaje, independientemente de lo que polí­ticamente represente ahora), sino que, al decir que “el cálculo era más un arte que una ciencia” y que habí­an utilizado una metodologí­a sobre la base del flujo de efectivo de algunas de las empresas estatales de Cuba, “asumiendo que una parte iba directamente a Castro”, comenzaron a sentar las bases para su descrédito, no sólo incumpliendo con esto varias de las nueve reglas elementales del periodismo, sino dejando en evidencia una praxis muy poco seria de lo que es el periodismo de investigación.

Fundada en 1917 por Bertie Charles Forbes, columnista financiero de los periódicos de W. Randolph Hearst (retratado éste mejor que nadie por Orson Welles en “El Ciudadano Kane”) y ubicada en el corazón de Manhattan ““en la Quinta Avenida”“, Forbes es una publicación especializada en negocios que basa su gran volumen de ventas, entre otras cosas, en la publicación de su lista de los estadounidenses más ricos (Forbes 400) y en su lista de multimillonarios, haciendo patente que en materia de aspiraciones, los norteamericanos siguen creyendo como religión en el “American Dream”, coherentes con el lema de la revista “La Herramienta del Capitalismo”.

El pasado 11 de marzo, al publicar su nueva lista de multimillonarios, Forbes volvió a ser tema de escándalo ““cuando menos en México”“, por su cuestionable seriedad periodí­stica. Ubicó ni más ni menos que al narcotraficante Joaquí­n Guzmán Loera (alias El Chapo), en el lugar número 701 de los hombres más ricos del mundo empatado con empresarios como Emilio Azcárraga y Alfredo Harp. Nuevamente, cuando le preguntaron a la editora Luisa Kroll (un poco antes de que la revista emitiera un boletí­n señalando que ya no aceptarí­a entrevistas ni harí­a más declaraciones sobre cómo obtuvo su lista), sobre el método para averiguar la fortuna de un personaje totalmente fuera de ley cuando menos binacionalmente, dijo que “no obstante ser un personaje oscuro, la verdad es que está siendo muy exitoso en su negocio (“¦) y si bien hay muchos criminales de cuello blanco, El Chapo es el único que tiene un precio a su cabeza”, como si eso fuera suficiente como para dar una cifra tan exacta como los mil millones de dólares que dicen alcanza.

Ahora bien, independientemente de que El Chapo tenga eso, o más, o menos, los editores de Forbes llegaron a la cifra de mil millones, aduciendo que el narcotráfico mexicano lavó en Estados Unidos entre 18 y 35 mil millones de dólares (si lo lavaron allá, ¿dónde y cómo?, me pregunto; ¿no serí­a más benéfico para todo el mundo, incluido su paí­s, si dijeran cómo obtuvieron ese dato?), y que si El Chapo es dueño del 20% de ese mercado (sic), resulta justo decir que tiene unos mil millones de dólares (recontra sic tarado porque no le salen las cuentas).

Bueno, y a todo esto, ¿qué tiene que ver este asunto con las prácticas BTL?

A no ser porque el gobierno de Calderón ya está buscando agencias de Relaciones Públicas en Washington y Nueva York para frenar lo que consideran una campaña de desprestigio por parte de algunos sectores (incluido el nuevo gobierno) en Estados Unidos, nada.
Desafortunadamente para el gobierno mexicano, esta lista se presenta justo en el momento en que las crí­ticas del gobierno de Obama sobre la parcialidad de un Estado fallido en nuestro paí­s (de acuerdo con la definición de Noam Chomsky que toma como base al “Leviatán” de Thomas Hobbes), aumentan. Esta coincidencia harí­a suponer que dicha publicación forma parte de esa campaña contra México ““y aunque en el caso de Castro a todas luces sí­ se trató de una campaña del gobierno de Bush en contra del régimen cubano”“, la inclusión de un narcotraficante mexicano en la nueva lista parece deberse más a la estupidez supina de unos editores que ven al periodismo más como un negocio que como un oficio que debiera ser, ante todo, la suma de todos los valores éticos de una sociedad.
Y eso, aunque no forme parte de una campaña, es ya de por sí­, deplorable.

En el libro cuarto de las Analogí­as, Confucio nos deja una enseñanza sobre los valores éticos, que debemos utilizar tanto en el periodismo como en cualquier tipo de trabajo de relaciones públicas que pretendamos: “La mente del hombre superior valora la honradez; la mente del hombre inferior, valora el beneficio”.

P.S. Los invito a leer la columna “Didascalia” cada mes en la revista Merca 2.0.

*e-mail: mmoreno@grapho-imc.com

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