Talented Mr. Slim
Por Manuel Moreno Rebolledo*
Conocido como La Dama Gris (The Gray Lady, en inglés), el New York Times es, sin duda, el periódico más influyente en Estados Unidos y, quizá, uno de los que más inciden con su opinión en el mundo entero.
Actualmente, este periódico tiene un adeudo por 1,000 millones de dólares, de los cuales 400, implican un pago inmediato, al grado que, como parte de la búsqueda de financiamiento, el Times buscaba rentar su edificio o una institución que se lo pudiera hipotecar para hacer frente a esto, en el entendido ““porque siempre lo han dicho así los Ochs Sulzberger, dueños del periódico”“, de que una cosa es el dinero que se aporte y otra muy diferente, tratar de influir por esa razón en la línea editorial.
Pocos ““muy pocos”“, son los medios donde se respeta ese nivel de independencia, separando la opinión del dueño (o del Consejo de Administración), de la línea editorial de éste. Un ejemplo es el periódico El País, del Grupo Prisa, que por una parte tenía a don Jesús de Polanco administrando al grupo y a Juan Luis Cebrián dirigiendo impecable e independientemente el periódico. Hubiéramos deseado que esa práctica también se extendiera a Televisa Radio, de la cual Grupo Prisa es dueño de la mitad, haciéndose cargo justamente de la operación de las estaciones, actividad que incluye el trabajo periodístico de estas emisoras. De haberse respetado esta independencia aquí en México, dicho sea de paso, no se hubiera dado el éxodo de periodistas como Carmen Aristegui cuyo espacio en esas estaciones, independientemente de honrar la profesión como pocos, constituía el rating principal de este grupo.
Periódicos como El País en España, Le Monde en Francia, The Daily Mirror en Inglaterra, La República en Argentina y el NYT en Estados Unidos, viven de sus lectores (los anunciantes son consecuencia directa de la confianza que el lector tiene en el medio y de la seriedad que éste tiene), de tal forma que si el periódico cambia en su opinión y en la forma de dar las noticias, pierde mucho más que lectores.
En agosto de 2007, se dio a conocer la noticia de que Carlos Slim (el hombre más rico de México y uno de los más ricos del mundo), invertiría 250 millones de dólares en acciones del NYT, aprovechando la baja de su precio, lo que le daría, según el mismo diario, el control del 18% del periódico, es decir, sería el segundo accionista más importante después de los dueños originales. Unos días después, un editorial del Times firmado por el mexicano Eduardo Porter, difundió sobre Slim lo que muchas personas en México piensan de él y de cómo hizo su fortuna. Eso, de entrada, es independencia.
La figura de Carlos Slim, vista desde la perspectiva de las Relaciones Públicas, es un caso de dualidad sumamente interesante que responde, con una claridad impresionante, a la premisa más importante de esta disciplina: percepción es realidad.
Sin importar cuál es el origen de su riqueza ni la forma en que hace sus negocios, eso no tiene la menor importancia para este asunto, la realidad la constituyen las creencias que de él se tienen (sean falsas o verdaderas), ya que la gente sólo confía en lo que forma su percepción: desde la opinión de un amigo, la de un periodista, la de un familiar, un maestro o de alguien que le dice que “de buena fuente” sabe algo.
En ese sentido, hay mucha gente (probablemente la que mayor número representa), que ve a Carlos Slim como la encarnación misma del demonio, de alguien que gracias a su relación con el ex presidente Salinas (vaya Usted a saber qué relación tuvo o tiene), lleva el pecado original de la corrupción. Para este grupo, no importa si la fundación Telmex ayuda en desastres naturales o si hace cuantiosas donaciones a otro tipo de organizaciones con propósitos benéficos. Para éstos, él da vigencia a la frase de Balzac que dice que detrás de una gran fortuna hay un gran crimen.
Para otros (los menos, hay que decirlo), es un hombre muy inteligente que ha sabido aprovechar las oportunidades que se le han presentado (con ayuda presidencial o sin ella, eso no les importa), para hacer y acrecentar su fortuna; es un hombre con un gran espíritu emprendedor, dotado de una gran visión de negocios. Para éstos tampoco importa en gran medida su labor altruista.
Para ambos grupos la historia de Slim comienza con Telmex, sin importar que haya sido dueño de muchas otras empresas. La única parte objetiva de la que podemos disponer, es que, a partir de esas empresas, tuvo la oportunidad (sin meternos a saber cómo lo logró), de adquirir un monopolio al cual supo cómo sacarle el mejor provecho.
Honestamente no sé quién maneje las relaciones públicas de Slim, si es una oficina dentro de Grupo Carso o lo hacen varias empresas, pero bien valdría la pena no esperar a la autobiografía para que hubiera un manejo informativo claro que nos revelara, al menos, cómo fue la adquisición de Telmex. Con ello, seguramente, la crítica se trasladaría al gobierno centrándola en un asunto mucho más plausible: evitar que el gobierno siga otorgando y fomentando los monopolios.
*e-mail: mmoreno@grapho-imc.com