Babelia

Claro que No se Olvida. (3 de 3)

Por Manuel Moreno Rebolledo*

manue23.jpgDecí­a Pablo Neruda que él siempre guardaba juguetes en su casa porque el niño que no juega no es niño y el hombre que no juega perdió para siempre al niño que viví­a en él y que le hará mucha falta.

Se suponí­a que no podí­amos llevar juguetes a la escuela, al menos los que podrí­an ser muy visibles. Pero como nadie nos revisaba las mochilas o las “loncheras” ni mucho menos las bolsas de los pantalones, respeto a la privacidad que ahora agradezco, podí­amos llevar canicas, carritos o nuestro Yo-Yo Duncan o Majestic (el normal, porque el “mariposa” sí­ parecí­a arma mortal cuando la piola se rompí­a). Con ellos en el recreo, organizábamos las suertes más extraordinarias, dignas de un verdadero campeón: “Paseando al Perrito”, “El Columpio” o “La Cueva del Oso”.

Esa mañana de jueves, me estaba cayendo de sueño y en más de una ocasión, cuando el maestro Vicente, de quinto año, nos estaba dictando, sentí­ que la cabeza me pesaba y los ojos se me cerraban. Antes de que llamaran al recreo, el maestro me llamó a su escritorio justo cuando llegaba también la maestra Socorro, de segundo.

““¿Qué te pasa? ¿Normalmente no te estás durmiendo en clase?. ““¿Qué pasa?, preguntó la maestra Socorro. ““Nada, respondí­. ““Es que me quedé oyendo el radio desde la madrugada y ya no pude dormir, les dije. Y luego, como a las cinco de la mañana llegaron los tres muchachos que viven en mi casa y que fueron al mitin de ayer, que gente del ejército los golpeó, les quito la ropa y los subieron a un camión para llevárselos. Beto nos dijo que no sabe qué mano de Dios le quitó el candado al camión y que se bajaron cuando ya los llevaban quién sabe a dónde. ““Está bien m’ijo, me dijo la maestra Socorro. Mejor no salgas hoy al recreo y quédate en el salón a dormir. ¿No quieres que mejor le hable a tu mami para que venga por ti? ““No maestra. Prefiero dormirme un rato, respondí­.

En mi casa, desde que yo me acuerdo, siempre se recibieron dos periódicos: Novedades, que era el favorito de mi papá y Excélsior, que mi mamá leí­a lí­nea por lí­nea, sobre todo la primera sección. Más por curiosidad que por interés, yo siempre leí­a (o veí­a) el Excélsior para saber por qué mi mamá lo leí­a tan ávidamente. Desde el mes de julio de ese año, parecí­a como que los dos hablaban de cosas diferentes aunque se tratara de los mismos hechos. Desde hací­a meses, Novedades tení­a un anuncio muy grande, promoviendo departamentos en venta en la Unidad Nonoalco-Tlatelolco ““”para familias pequeñas, como la suya””“, decí­a el anuncio. Excélsior ya no lo traí­a. Esa mañana, el No-Verdades (ya le decí­amos así­ en la casa sin que se enterara mi papá), decí­a que fueron los lí­deres estudiantiles quienes le dispararon al ejército y que los muertos podrí­an llegar a 20 en total, entre los que habí­an varios soldados. Por su parte, Excélsior, más cauto, decí­a que no se sabí­a quiénes habí­an empezado, aunque la versión oficial decí­a que los disparos se habí­an generado desde donde estaban los lí­deres.
Los columnistas de Novedades, de plano sumaron a los adjetivos de “comunistas”, “ingratos ante la bonhomí­a presidencial” y “vendepatrias” que ya vení­an diciendo, los de “ahora asesinos” y “traidores” y algunos hasta festejaban que el Presidente hubiera encarcelado a “varios” actuando con “mano dura”. Los de Excélsior, decí­an que habí­a que investigar a fondo, que hechos así­ no podí­an suceder en el paí­s, que por qué no cupo la prudencia (¿la de la pí­ldora?, me preguntaba puerilmente).

El asunto es que también la televisión y el radio decí­an lo mismo que el Novedades. ¿A quién le iba a creer? A lo que me decí­a la tele, el radio y el gobierno, el Novedades y mi papá, y algunos de mis amigos de la escuela (que oí­an lo que les decí­an sus papás); o a mi mamá y su Excelsior. Mi mamá no hubiera sido capaz de mentirme, así­ que opté por creerle a ella.

““Pero es que están equivocados, decí­a mi padre. ““¿Qué no ves cómo llegaron los muchachos? Decí­a mi madre. Alberto no puede todaví­a ni abrir el ojo que casi le sacan estos infelices. Miguel llegó con las costillas rotas por los culatazos y Toño todo ensangrentado de la cara. ¡Tú los viste igual que yo, no te estoy inventando nada! ““Pero eso se ganan por andar atacando al ejército. Sabí­an que con ellos no debí­an de haberse metido, replicaba mi padre. ““¡Qué atacar ni qué ocho cuartos! ¿Qué no estás oyendo que habí­a gente con guantes y pañuelos blancos que son los que estaban disparando? ¿Y que nadie de ellos los conocí­a?

Esa versión, la que en un principio originó Excelsior, fue alimentada al paso de los dí­as por mi madre, mi hermano, los amigos de mi hermano, los muchachos que viví­an en la casa, los amigos de éstos, otro tí­o ““que en sus talleres imprimí­a la revista Por Qué? y que llegaron agentes judiciales a recoger todo, despedazar la imprenta y luego cerrarla”“, y más gente cada vez. Hasta por mi padre que oí­a pláticas de “gente influyente” que se daba cita en el restaurante donde trabajaba y que finalmente se convenció de que todo habí­a sido originado por y desde el gobierno.

Mientras todo eso sucedí­a, al paso de los dí­as yo francamente ya me estaba cansando de hacer tantas tareas, dibujos, maquetas y composiciones que nos dejaban en la escuela, para celebrar la llegada a México de los Juegos Olí­mpicos de 1968.

Decí­a mi madre que lo que empieza en cólera acaba en vergí¼enza.

*e-mail: mmoreno@grapho-imc.com

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