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¿Antimarketing?

Arturo González columnista InformaBTL
Desde hace un par de semanas retomé varios hábitos que había dejado debido a mi tesis doctoral, por un lado le había sumado a mi dieta diaria un par de cigarrillos y carbohidratos, también le había restado tiempo de lectura y ejercicio, lo que se convirtiendo en un coctel poco saludable y al poco tiempo termina cobrando factura.

Desde hace un par de semanas retomé varios hábitos que había dejado debido a mi tesis doctoral, por un lado le había sumado a mi dieta diaria un par de cigarrillos y carbohidratos, también le había restado tiempo de lectura y ejercicio, lo que se convirtiendo en un coctel poco saludable y al poco tiempo termina cobrando factura.

¿Qué tiene que ver mis hábitos personales de retomar la lectura y el running? La verdad de las cosas es que leer a Milan Kundera es como activar ese gen filosófico que te pone a debatir internamente, luego, dándole un momento a caminar y correr, el cerebro tiene un espacio de intimidad para interrogarte. Fue ahí en donde surgió la magia y por repetidos días me confronté entre si es verdad que el antimarketing existe o es una ilusión óptica.

Mi hipótesis inicial era muy llana, apuntado a que marketing o antimarketing, eran una misma cosa, sólo con visiones diferenciadas. Pues mi idea se basaba en un postulado muy claro que sustenta que al decir que algo no existe, se le confiere la existencia en ese mismo instante, para ejemplo los ateos.

Varios autores de renombre han descrito al antimarketing, como una parte de la mercadotecnia social que se basa en hacer campañas sin filtros, quebrantando paradigmas y apoyando causas comunales. Por tanto mi idea se reforzó al encontrar que lo anti, poco tiene de contrario, más bien es una rama dedicada a objetivos muy específicos, y como todo en la vida, le dimos un nombre peculiar para que nuestros ojos se llenaran de alegría ampliando el diccionario publicitario.

Dejando claro que el antimarketing existe, que lo irreverente es que se basa en ser responsable socialmente bajo este esquema que comúnmente se emplea en nuestros días, basado en decir las cosas como sentimos y como las concebimos, su tarea es advertir sobre los riesgos, así como asegurarnos de que los usuarios sepan de las consecuencias y de que las marcas caminen con pies de plomo, pues este tipo de mercadotecnia no necesariamente es realizada por agencias y expertos.

Es ahí donde el BTL tiene cabida, pues ligado a una de mis columnas anteriores que trata sobre las minorías y su poder, el antimarketing, nos recuerda que en estas fechas y alturas de la vida, debemos trabajar en que las propuestas publicitarias sean bocanas de aire fresco, un verdadero detonante de sorpresas, albergando además un discurso político-social que no necesariamente tiene que emitirse desde los parámetros correctos y tradicionales.

La tarea es hacer que lo “antónimo” y lo “sinónimo” le aporten a la mercadotecnia, a fin de que terminen de culpar a esta asignatura y carrera, de la debilidades que hemos tenido desde los inicios de la humanidad. Es momento de retomar el paso, de hidratarnos y de ponerle play a Spotify en una lista reproducción más movida.

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