Las redes sociales se han convertido en la versión moderna de la Santa Inquisición. Sí bien es cierto, en aquel entonces el temor, “lo correcto” y la fe dictaban las normas de conducta, en la actualidad, los culpables pueden ser totalmente inocentes o incluso aceptar sus delitos cínicamente.
Lo que es una realidad es que aquello que era dictaminado por un grupo, ahora se ejecuta desde cualquiera de nuestros perfiles; la limitante es tener un dispositivo y una cuenta activa en las redes sociales. El consumo digital crece de manera muy apresurada, y aunque existen personas que temen a las computadoras, ahora se dirigen hábilmente desde celulares y tabletas.
Consumimos dispositivos, aplicaciones y redes, así como “carne humana”, el culto por el hombre nos invadió al exceso para sobre-interesarnos por las actividades de los demás, nos concedió la encomienda de estresarnos para enterar a los demás de nuestras acciones y al mismo tiempo, para exigirnos tener una opinión a cada una de las situaciones acontecidas, como si fuese una verdadera obligación poseer comentarios para cada una de las controversias virales del momento.
Algunas fuentes aseguran que consumimos 3.5 horas diarias en redes sociales, otras afirman que son cerca de 8 sumando correo electrónico y mensajería de texto. Mientras son peras o manzanas, lo que es verdad es que cada vez estamos más pegados a ellas, aunque también es cierto que algunos hemos perdido el encanto, las conservamos por el trabajo, por los análisis que se pueden generar y por las tendencias que sin lugar a dudas, nacen en las mismas.
Desde hace varios años trabajo con personas en materias de reputación y proyección personal (empresarios, políticos, académicos y artistas), nunca antes en la historia de las asesorías, había tenido tanto trabajo producto de las redes sociales, las crisis que ahí se generan son más dignas de terapia psicológica que de trabajo mercadológico, sin embargo, parece ser que entre la locura de los linchamientos, el lado positivo es campo tan fértil para ejercer la profesión.
Otro aspecto positivo es que al parecer como sociedad empleamos una estrategia política denominada “golpe y sobada”, para muestra, el caso de Alexa Moreno, después del escrutinio público, la segunda parte es la culpa social, la tercera es la reivindicación, por la que algunas propuestas salieron a la luz con el ánimo de demostrar que sí somos metiches y monstruosos, pero unos menos que otros.
Las “ladies” y los “lords” son un tema muy hablado, un tema que seguiremos explotando como un excelente mecanismo para exhibir nuestro lado oscuro. Mientras tanto el Sr. Fernández nos recordará que las personas pueden tener sus comentarios, que pueden sufrir y gozar por nuestros actos, que la privacidad es un término del siglo pasado y que la forma más brillante de tomar las crisis es con humor.
Hace unos meses con el tema de “alguien que tenga Photoshop” me tocó mi propio juicio social, muchos comentarios eran buenos, otros graciosos y como tres bastantes groseros, a todos los post les regalé un me gusta, a los divertidos les contesté, a los positivos les agradecí y a los malos les regalé la atención que necesitaban con un “like” y les permití que su mente les dictará la respuesta. Pues como bien afirma el bloguero Mario Aguilar “cada quien desperdicia su tiempo como quiere, algunos lo hacen hablando mal de los demás”.