A veces, se llega a un punto donde se agota toda posibilidad creativa, donde la energía deja de sentirse prospera y en abundancia para convertirse en un hilo desgastado de sentimientos como la frustración, es como no encontrar un camino útil para seguir creando, innovando y sonriendo.
En este camino, me he topado desgastada como si no pudiera o más bien no quisiera seguir hablando de derechos humanos, mientras las noticias de los feminicidios retumban en los medios colombianos. Estamos viviendo una alerta compleja, las mujeres cada vez más estamos envueltas en una cadena de violencias con múltiples manifestaciones enquistadas en el sistema, nos matan, nos violentan y nos abusan en los lugares de trabajo y las empresas parecen no tener un despertar de la consciencia, es como un miedo paralizante que no les deja actuar mientras las violencias les sonríen en la cara y les sacan la lengua.
Que más debemos esperar, me pregunto, qué estamos haciendo para prevenir y atender estas situaciones, sin duda, no estamos preparados, seguimos enfrascados en el ir y venir de la productividad que nos imposibilita hacer un pare, reflexionar y mirar que estamos haciendo desde nuestro banquito para tener lugares seguros, menos violentos y atropellantes para todos, todas y todes.
Siempre tengo en el corazón un cuestionamiento ético y político sobre como desde las estrategias de las organizaciones podemos cambiar el mundo, nuestro mundo, para que sea cada vez más justo, que no tolere las violencias y no le eche la culpa a las víctimas.
Como lo plantea Fraser la violencia atraviesa asuntos de clase y raza, está incorporado en el sistema en el que vivimos y nos desarrollamos; por eso, urge encontrar mecanismos y herramientas que nos permitan hacerle frente a múltiples formas de violencia, que posibilite imaginar otro futuro posible, en el que las mujeres tengan cabida y puedan tener autonomía, no basta solo con pagar un salario digno, debemos tener lugares seguros y entornos protectores.
Si todas las empresas manifestaran acciones y declaraciones en contra de la violencia, las mujeres viviríamos más seguras y con menos cargas para la toma de decisiones, no estaríamos agotando toda nuestra capacidad creativa en el mar de posibilidades donde existen pocos lugares seguros, que abrazan y acompañan a quienes alzar su voz les cuesta mucho, hasta su vida.
