Albert Einstein hablaba de las crisis mejor que nadie, las explicaba de una forma hermosa, decía que: “la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a una persona y a los países, porque las crisis traen progresos”, no podemos negárselo, lo hemos visto suceder tantas veces, incluso de manera personal lo hemos vivido, nos hemos levantado de tanta tragedia y seguimos de pie, caminando, otros incluso corriendo de nuevo. Sin embargo, el miedo a lo desconocido nos envuelve, y aunque el miedo es sólo un pensamiento de un futuro que aún existe, a muchos nos detiene, porque antes de que venga la mañana luminosa, está la noche oscura que no nos permite ver hacía donde vamos.
Vienen tiempos difíciles, no es sorpresa para nadie. La situación que ha traído el COVID-19 al mundo, lo va a transformar completamente. La economía se ha detenido, los proyectos que teníamos se han caído, unos parece que no se levantarán, se han perdido millones de dólares, se han desaparecido trillones de ilusiones. La realidad es que habrá enormes pérdidas, un número inimaginable de muertes, pequeñas empresas con números en rojo, negocios en quiebra, familias destruidas económica y emocionalmente. La pandemia ha puesto a la economía global en pausa, hemos presenciado millones de despidos, millones de sueldos recortados a la mitad para evitar más de éstos, miles de inversionistas internacionales abandonando a los mercados emergentes, monedas devaluadas, en fin, todo un caos.
En México será más complicado que en otros países, seguramente el problema va durar más aquí. China levantó la cuarentena en 2 meses y medio y salió de la penuria. Pero China no tiene a los 52.4 millones de pobres y los 9.3 millones de pobres extremos que tiene México (CONEVAL, 2018), un país donde la mitad de la población vive en una situación tan vulnerable económicamente, donde hay un regazo educativo importante, sin acceso a las servicios de salud, o seguridad social, donde la calidad de vivienda y alimentación son menos que básicas. ¿Qué tanto podemos ser resilientes ante una crisis como esta cuando la adaptación es opción sólo para unos cuantos? No se trata de la incompetencia en la crisis, ni de dejar la pereza atrás para encontrar salidas y soluciones como mencionaba Einstein, se trata del poder adquisitivo para poder luchar contra el problema. Todos hemos visto los video de la gente en Santa Fe saliendo a cantar en sus balcones, pero no somos conscientes de la otra mitad, de aquella que hoy no canta.
Pongamos de ejemplo la cuarentena, aquí no la podemos hacer como en otros países, de inicio, las necesidades son demasiadas como para que la gente deje de trabajar. No hay ahorros suficientes, la gente vive al día, no hay educación financiera, o de la salud, no saben cómo cuidarse ni cuidar al otro. Algo tan sencillo como taparse la boca no se hace porque no se les ha inculcado lo suficiente. Lavarse las manos se vuelve complicado cuando mucha gente ni agua tiene. Acabamos de entrar a la fase dos y la mayoría de los empleados sigue yendo al trabajo en transporte público, los puestos de comida de la calle siguen trabajando porque es el único ingreso que tienen, el personal de intendencia sigue yendo a limpiar, los conductores del metro y de autobuses continúan su ruta, para la mayoría, las cosas no han cambiado, siguen caminando, con miedo, pero caminando porque o mueren de un contagio o de hambre. Y segunda porque este país no tiene la mentalidad autoritaria y la conciencia u obediencia ciudadana como la tienen los países asiáticos. Confían más en el Estado y esos los hace menos renuentes y más obedientes a la cuarentena, al uso obligatorio de tapabocas para todos. Aquí es una vacación para muchos, van y vienen como si no pasara nada, confiando en que “se ve sano”. Hemos dejado que nuestro egoísmo nos controle y nos olvidemos que hay más que nuestra sombra en el mundo, y que con nuestros actos podemos dañar y matar, y sobre todo. Este acto de desobediencia hará que la cuarentena dure más, mucho más.
Y sí saldremos adelante, pero sólo lo haremos aquellos que nos podamos adaptar a la situación, tanto económica, como social y emocionalmente. Pues para aquellos que sí estamos en cuarentena, esperando desde nuestra posición privilegiada a que pase la pandemia, hay que pensar como Einstein, “la crisis aflora lo mejor de cada uno”. La resiliencia es parte del ser humano en general y podemos aprender mucho de esta situación, hablo de no conformarnos, de no quedarnos paralizados por el miedo, de no sólo sentarnos a esperar a que acabe esta situación sin reinventarse porque “es en la crisis cuando nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar “superado”. Tenemos que trabajar duro, más que nunca. Hace unos días escuché a Carlos Muñoz decir que si queremos salir de esto, tendremos que trabajar lo triple para ganar 25% menos. No podemos quedarnos inertes, iguales, pausados, es imperante ver de que manera nos vamos a transformar, cómo nos vamos a adaptar a la serie de cambios que ya están aquí y a los que se avecinan. Existen dos tipos de personas en las crisis, las que se sientan a llorar y las que ven una gran oportunidad y venden pañuelos para las lagrimas, bueno tres, porque también está el que vende los pañuelos pero al cuádruple abusando de la situación. ¿Tú cuál de las tres eres?
Sí, tomate un momento para pensar, para reflexionar cómo llegamos a este caos, piensa en nuestras formas individualistas y egoísta que han ocasionado tanta pena, como nuestras actos de destrucción han sido tan efectivos que estamos autodestruyéndonos, como dice Zizek, “se necesito una catástrofe mundial para repensar en las características básicas de la sociedad en la que vivimos”. Es momento de replantear pensamientos, conductas, acciones, estrategias, sistemas y crear algo diferente. Pero no lo pensemos tanto, también es momento de actuar, porque mientras lo pensamos, hay millones actuando antes que tú y que yo. Adaptándose a una nueva era, al mundo digital, al e-commerce, educación en línea, a la entrega de domicilio, incluso al gimnasio a domicilio, todo lo que genere un acceso a un producto sin salir de casa o sin arriesgarse. Después de esta crisis, estoy segura que muchas empresas tomarán el home office como algo oficial, decidirán ahorrar en oficinas y sus empelados lo exigirán, ya hablé de este tema en particular, si quieres saber más dale click: https://www.informabtl.com/home-office-una-estrategia-para-bajar-los-niveles-de-estres-y-subir-la-productividad/. El mundo como lo conocemos, va a cambiar, así que es momento de que nosotros cambiemos junto con él.
Es una gran oportunidad para todos, las condiciones del ambiente pueden beneficiar o desfavorecer a muchos, la economía no desaparece, sólo se transforma, y el dinero podrá estar en manos de quienes menos nos imaginábamos. Así como la salud, se vendrán tiempos de prevención más que de intervención. Que no decaiga la moral, que no desaparezca la motivación, que no claudique el entusiasmo, que salga a flote la esperanza, que las ganas nunca se acaben, que la resiliencia impere en estos momentos de cambio.
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