Nada en este mundo es gratis, ni siquiera tu vida privada. Desde el momento en que comienzas a navegar, cada uno de tus movimientos en el mundo digital se registra. Todo eso que publicas en Facebook, no hace más que alimentar algoritmos para clasificar tu perfil y encajarlo en un nicho de mercado e incluso en un micro-nicho muy específico que tiene un gran valor para los anunciantes.
WhatsApp se entera antes que tu pareja cuando envías un simple mensaje, y Facebook, sabe quiénes son tus nuevos contactos en WhatsApp. Las famosas cookies son más eficientes que cualquier espía de la guerra fría y si hablamos de dispositivos como Alexa, bueno, ahí hay otro nuevo universo de posibilidades para obtener una minería de datos mucho más rica y eficaz, llena de nuevas posibilidades para ir aún más lejos de lo que las compañías obtienen hoy, que ya es bastante.
Pero, ¿qué tanto podemos restringir el conocimiento de nuestra vida privada? La verdad es que muy poco, aun cuando seleccionemos perfiles privados o semiprivados en nuestras redes sociales, hay todo un sistema en todas partes que no podemos evadir y que cada vez más, apuesta por la inteligencia artificial para proporcionarnos información más adecuada a nuestros gustos y estilo de vida. Una publicidad hiperdirigida y ansiada por las compañías que buscan tener mejores conversiones en sus campañas digitales.
Lo mismo sucede con las aplicaciones. Y es que como bien reza el ya popular dicho en el mundo online: cuando un producto es gratis, en realidad el producto eres tú (es decir, tu perfil).
¿Cómo es que las compañías de servicios digitales logran saber tanto? El gran secreto está en el cruce de datos entre varias redes sociales, páginas, aplicaciones y buscadores. En toda esa información que has subido a la red y que tu memoria, mucho menos poderosa que todo el conocimiento que está en la nube, ya no recuerda, pero el mundo online lo tiene a una búsqueda de distancia.
¿Por qué simples aplicaciones de juegos para niños nos solicitan permiso para acceder a nuestra cámara, geolocalización e incluso, a la agenda contactos? Google Maps o Waze saben a qué hora sales de tu casa, a dónde vas, cuánto tiempo haces durante el recorrido y cuál es la recurrencia de tus visitas a un mismo destino. Incluso, hay compañías que analizan nuestras publicaciones en Twitter o Facebook por ejemplo, para vendernos como perfiles políticos y elaborar estudios de mercado.
Todavía hay más, Spotify adapta sus listas de música de acuerdo a los estados de ánimo según el día de la semana y Amazon, llega a conocer tus deseos y hábitos de compra incluso mejor que tu propia familia nuclear.
Así que relájate, cuando estés leyendo esta columna sólo hay una cosa segura: que tu comportamiento on-line e incluso, mucho de lo que haces off-line, ya haya dejado una huella marcada que muchas marcas pueden estar aprovechando. No es casualidad que con mayor frecuencia vemos mensajes de artículos o servicios que nos interesen.
Las grandes empresas de servicios en línea no tienen que hacer mayores esfuerzos por conocer nuestra vida privada, nosotros les facilitamos todo y encima, disfrutamos hacerlo al usarlas habitualmente. Tu vida privada no existe, al menos en la realidad. Mientras estemos conscientes de ello, no habrá problema. Es un tema al que ya debemos estar acostumbrados, pues a pesar de los grandes esfuerzos por implementar leyes de protección y privacidad, la eminente inteligencia artificial, es un gran monstruo que se alimenta de nuestros hábitos, movimientos y decisiones.