El pensamiento mercadólogico ha evolucionado al nutrirse de los conocimientos que adquiere de otras áreas del conocimiento humano, como la literatura, la ciencia de datos, la antropología, la psicología y las neurociencias. Esto ha permitido comprende de mejor manera al consumidor y al shopper y se ha comprendido que no hay que venderle propiamente a la razón, sino que se tiene que hacer tal cual al cerebro, como diría Jürgen Klaric, considerado como el padre del neuromarketing y el principal representante. Para lograr esto se tienen que generar algunos estímulos, pero algunos funcionan mejor que otros, como es el caso del marketing olfativo.
Quizá el mayor motivo para que las marcas realicen marketing olfativo es porque los estímulos que se generan por medio del olfato de dirigen directamente al cerebro sin ser procesados previamente. ¿Qué significa esto? Una persona no olvida a que huele el gas, el pan recién horneado o la tierra mojada. Por más afectada que se vea su memoria, difícilmente se olvidarán estos estímulos.
Cuando se generan experiencias olfativas inolvidables como parte de una estrategia de marketing olfativo, las cuales estén ligadas a una marca específica, se está procurando una vivencia muy especifica, clara y bien definida.
Las experiencias que se generen a través de una estrategia de marketing olfativo pueden ayudar a orientar la decisión de compra del consumidor una vez que esté en el punto de venta. Por lo que es se convierte en un aliado muy importante al momento de buscar incrementar métricas como la cantidad de transacciones o los ingresos que genera una determinada empresa.
No obstante, para poder llevar a cabo una estrategia de marketing es necesario realizar una serie de investigaciones de mercado para detectar cuáles son los estímulos adecuados para que sean verdaderamente significativos para el público meta al que se dirigen estás acciones.