Hace algunos días por medio de Instagram me contactaron de una empresa del sur del país. El motivo era muy sencillo, deseaban mis datos para unirme a su grupo de embajadores de marca.
Cuando inicié en el mundo del marketing nunca creí que me tocaría estar del otro lado, del lado aún más oscuro que el del backstage y el detrás de cámaras, en el de la operatividad pues. En síntesis, mi chamba constaba en planear la estrategia de alguna campaña, conseguir los recursos, ejecutarla y supervisarla, así como encontrar las métricas de tal esfuerzo.
La labor del merca en las activaciones es llevar el proceso de planeación y traducirlo en acciones de marketing interactivo. Sin embargo, lo que cambia es que en las activaciones siempre suceden eventualidades, pasa de todo y cuando menos esperas lo que necesitas es un curso de milagros.
Lo que ha sucedido en México es que las activaciones han aumentado, pues han visto el poder que tienen, pues estás aseguran que la comunicación realmente tiene la cobertura en el perfil deseado, representan menor inversión en comparativa con medios tradicionales y es una fuente cuantitativa y cualitativa de datos.
En contraparte, tenemos que ser honestos y decir que en el auge de alguna herramienta, también surgen las malas prácticas, por lo que ver agencias que replican campañas que vieron en “linterné” es cosa frecuente. Una situación que también es una constante es el incumplimiento de lo acordado, por ejemplo, dicen repartir producto y hacer que el cliente lo use, para terminar viendo las cajas en el cuarto de torchiles de las agencias.
Lo anterior es el maquillaje extremo que sufren los resultados de las activaciones. Por lo que trabajar en auditorías, regulaciones y estadísticas, es una tarea que nos debe abocar de forma cotidiana.
¡Ah! Se me olvida, la empresa que me contacto es el club Coralina de Playa del Carmen, un lugar que después recibir una buena dosis de publicidad colateral (por la lady), se enfoca en seguir alimentando sus planes de marketing por medio de las redes. En el caso particular, me tocó recibir una caja súper chula con una gorra muy pro y un Red Bull de su nueva edición.
Lo que tengo qué hacer no es nada nuevo, es tomarme una foto y subirla en mis redes con un hashtag, etiquetando por supuesto al club. Lo que les cuento está causado un efecto muy positivo, pues a todos nos gusta sentirnos exclusivos, tomados en cuenta, nos gusta influir y que nos vean, pero además, que nos vean siendo avalados por marcas reconocidas.
Hace dos años ingrese a la tv y desde entonces me ha tocado promover marcas de ropa de talento mexicano, me han invitado a viajar de a grapa, me mandan cosas y me dices que si puedo publicarlo en las redes. Por lo que se puede decir que entré en el mundo de los influencers, claro con un rango muy pequeño de seguidores, pero a la vez con un cierto nivel constante de audiencia positiva (que es lo que ven las marcas).
Así como Coralina, son muchas las marcas que siguen volteado hacia los embajadores, en medio de muchos artículos y posturas que dicen que son un fraude y están por desaparecer.
Mi postura, ahora que estoy del otro lado, es que la marca tiene la tarea de buscar personas que le den sentido a los atributos de la oferta. Es chamba del negocio saber que el monopolio de la popularidad dejo de estar solamente en las manos de la farándula y deportistas, por lo que se deben elegir con pinzas y microscopio a los encargados de aportar humanización a la marca.
La otra cara, es el compromiso del embajador por cuidar ser coherente con lo que promueve, debe asumir que sus intervenciones pueden ser motivo de inspiración y por tanto de decisión de otras personas, ser responsable es como diría AMLO ‘no mentir, no robar y no traicionar‘.