Hace pocos días me embarque en la aventura de formar a publicistas sobre el desarrollo creativo de la escritura publicitaria con la finalidad de estructurar un copy, buscando que esa idea creativa que independientemente del medio para el cual este diseñado, logre el mismo efecto: atrapar al consumidor a través del lenguaje.
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Y en ese ejercicio, siempre me he encontrado con el mismo discurso del publicista, vacío y sin fondo: la creatividad fluye; en tal sentido sólo se puede crear cuando se encuentre la musa de la inspiración, pero eso no es cierto.
Así, la falta de inspiración para la redacción de un copy publicitario, no se traduce a otra cosa que a la falta de investigación y lectura del contexto cultural del consumidor. No se puede hablar de lo que no se conoce, inclusive la imaginación parte de una realidad observada, experimentada, lo cual conlleva a concluir que para redactar textos publicitarios, hay que ser mucho más que un creativo inspirado en la intuición.
El quehacer de la redacción de textos publicitarios es una pasión, pero cuando el escritor no logra comprender la finalidad de su creación, se termina perdiendo dinero y tiempo; en ese sentido se tienen que conocer ciertos aspectos que facilitarán el proceso de interacción entre la idea y el consumidor, teniendo claro que uno de los aspectos fundamentales que facilita el proceso de interacción es el: valor simbólico.
En tanto el publicista que no logre comprender el concepto de simbolismo, es capaz de echar a perder esa estructura mística que tiene la publicidad, pues si se hace una lectura sobre el trasfondo de esa idea con la que intentamos persuadir al consumidor, nos damos cuenta que finalmente estamos compuestos de metáforas y símbolos que se configuran de manera inconsciente en la mente del consumidor; lo cual logra que en él se produzcan reacciones tanto positivas (compra del producto) como negativas (rechazo total).
Y es allí, cuando el publicista buscando la estructurando de la redacción publicitaria, se da cuenta que ese momento cero del desarrollo creativo, no puede nacer de otro concepto más que la realidad cultural, de esa extracción antropológica del ser humano que le hace propiamente humano y se materializa a través de la investigación.