Hacer publicidad es complejo, porque va más allá de la acción creativa, de la planeación, del simple hecho de comunicar, de persuadir; lo cual obliga al publicista a replantearse acerca de su quehacer profesional, al interior de una agencia y al interior de una empresa, porque en ocasiones dependemos del lugar donde trabajemos para generar verdaderos escenarios de interacción entre el cliente y la marca, pareciera que el publicista de la marca está abocado a mandar al publicista de la agencia, pidiéndole propuestas para dentro de 3 días, y así establecer una reunión de pensamiento creativo.
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Y esa no es la razón de ser del quehacer publicitario, lo anterior sólo permite la generación de estrategias muy malas sin un proceso de investigación previa, lo cual facilita el deterioro relacional entre marca y agencia.
Teniendo claridad siempre, que la culpa completa no es de la agencia, también de la marca, que no exige, no investiga con herramientas realmente competitivas, que le permitan replantear la manera como se estructuran las campañas publicitarias, las cuales no deben escogerse por creatividad; al consumidor no le interesa que tan creativo es o puede llegar a ser un publicista.
Sin embargo, la necedad nos ha llevado en la relación: cliente, agencia, a olvidarnos del consumidor, cuestionamos una creatividad de un publicista desde la perspectiva personal, pero nunca con la mirada y ojo de consumidor. Por eso planteo aquí, dos cosas que un publicista no debe creer.
- Creatividad: la creatividad por sí sola no hace al publicista, todas las personas son creativas en la medida que estimulan su cerebro, por lo tanto la creatividad no debe partir de la inspiración, si no de la investigación responsable y concisa del consumidor final.
- Publicidad: es extraño pedirle a un publicista que no crea en la publicidad, pero no es una solicitud literal, porque la publicidad no es el fin en sí misma, pues siempre buscamos con el quehacer publicitario, cumplir un objetivo que evidentemente se debe traducir en dinero, lo cual quiere decir que una marca no invierte millones de televisión para recibir premios, si no para aumentar ventas y en la medida en que eso suceda, hemos aportado a la eficacia publicitaria.